hecatombe de papas fritas.
Y camino y camino por calles concurridas, huelo fritos, perfumes, alguien suda por ahí. Muchos, muchos carros. Y yo cruzo las calles con ojos por todos lados. Parece que hoy no quiero morir. Y siento mi estómago dar vueltas. Y veo los borrachos, las lobas y muchas tan buenas y tan tontas, pero ni una conmigo y quisiera estar igual de borracho o igual de bueno y tonto. Y pienso en ella, inevitablemente en ella. No se ni por qué, pero cuando pasa me odio. Otra vez?...y ahora cuando va a parar?...es lo único que atino a farfullar. Y entonces empiezo a gruñir solo. Las ganas de gritar, de insultar son poderosas, pero contengo la rabia y lo que sale es un gruñido, o un escupitajo carraspeado de nostalgia. Y pienso en lo que voy a escribir, o mejor pienso que ya estoy escribiendo y que ésta vez sería sin parar. Cuatro, cinco horas escribiendo, llenando páginas y páginas, pero vuelve el golpe a la cabeza y se me viene otro capítulo, otro maldito flash back de ella y me llega al estómago, me quita el aire, pero nunca la humedad y sudo y lloro, y vuelvo a llorar y me vuelvo a odiar más.
Pero respiro, ahh cómo respiro…me como el humo de los carros y quiero fumarme todas las manzanas, fumarme el día, fumarme ella, fumarme yo y fumar y fumar hasta desaparecer. Para dejar de rendirle tributo todos los días, para dejar de armar caminos de palabras, para dejar de gruñirle a todo.
Y sigo caminando y me acerco a la casa, no quiero llegar temprano, no quiero llegar nunca. Me meto desesperado a un aceitoso kiosco, el del parque, y pido una hecatombe de papas fritas. Y veo y siento y huelo el aceite, la señora gorda y aburrida, le tele prendida, las colas descoloridas. Y nada puede ser tan deprimente y las papas sin sal y la vieja sin alma. Y yo vuelvo a pensar en ella, y pienso en que debo freírme lleno de aceite hirviendo y mezclarme con las papas desabridas, y quedar sólo como olor. Ese olor a pelos quemados y piel chamuscada. Y pienso en los incendios, aquí, allá y el morrison nunca deja de aparecer y i see your hair is burning. Pero ni cagando esto es los ángeles y acá nunca habrá un l.a. woman porque kito se escribe con k y me siento a salvo por un segundo, porque llegué a los sagrados.
Pero se que no dura nada, porque mientras me como esas papas sin alma, sin sal, la tele me lleva imágenes ridículas de corvas bailando entre miseria y sorprendentemente me dan ganas de follar. Es una señal de vida, grito para mis adentros. Y avanzo con el ají y la mayonesa y ahora si por fin la sal, vieja de mierda, y devoro y devoro. Llegan otros, por suerte, más gordos, más feos y más estúpidos que yo. Y es momento de pagar y huir, sintiéndome gordo, aceitoso, obsesivo, corrosivo.
Y veo sombras, sudores negros, mugre con frentes humanas, y chicles desnutridos y me cambio de vereda urgente, aunque lo que quisiera es cambiarme de vida, de mundo, de nombre al menos. Y nuevamente huyo y ya estoy en la casa y no quiero encontrarme con nadie conocido. Y corro a las esquinas, me choco contra las paredes y cuento una dos y tres y cuatro paredes! cómo te entiendo vallejo. Y este estado no tiene solución y si llueve que llueva bien, y si duele que duela mejor. Y me acuerdo de las ganas de follar y prendo la tele, y prendo la computadora y de pronto se me van las ganas de todo y me encuentro acostado, inmovilizado observando en el techo cómo se resbalan esos poemas impregnados, cómo se derriten y dejan mancha, mancha de grasa, mancha de refritos y mezclas sarnosas, como comerse recuerdos follando traseros grandes y gritando poemas. Y otra vez vuelvo a tener miedo de mi y me pongo yo mismo la camisa de fuerza y yo mismo me hago doble nudo de corbata. Yo mismo ajusto pantalones y lanzo anclas desesperadas, conexiones a tierra, mensajes cifrados. Nunca dejo de sentirme observado y se cuelga la computadora y nos colgamos todos.
Pero respiro, ahh cómo respiro…me como el humo de los carros y quiero fumarme todas las manzanas, fumarme el día, fumarme ella, fumarme yo y fumar y fumar hasta desaparecer. Para dejar de rendirle tributo todos los días, para dejar de armar caminos de palabras, para dejar de gruñirle a todo.
Y sigo caminando y me acerco a la casa, no quiero llegar temprano, no quiero llegar nunca. Me meto desesperado a un aceitoso kiosco, el del parque, y pido una hecatombe de papas fritas. Y veo y siento y huelo el aceite, la señora gorda y aburrida, le tele prendida, las colas descoloridas. Y nada puede ser tan deprimente y las papas sin sal y la vieja sin alma. Y yo vuelvo a pensar en ella, y pienso en que debo freírme lleno de aceite hirviendo y mezclarme con las papas desabridas, y quedar sólo como olor. Ese olor a pelos quemados y piel chamuscada. Y pienso en los incendios, aquí, allá y el morrison nunca deja de aparecer y i see your hair is burning. Pero ni cagando esto es los ángeles y acá nunca habrá un l.a. woman porque kito se escribe con k y me siento a salvo por un segundo, porque llegué a los sagrados.
Pero se que no dura nada, porque mientras me como esas papas sin alma, sin sal, la tele me lleva imágenes ridículas de corvas bailando entre miseria y sorprendentemente me dan ganas de follar. Es una señal de vida, grito para mis adentros. Y avanzo con el ají y la mayonesa y ahora si por fin la sal, vieja de mierda, y devoro y devoro. Llegan otros, por suerte, más gordos, más feos y más estúpidos que yo. Y es momento de pagar y huir, sintiéndome gordo, aceitoso, obsesivo, corrosivo.
Y veo sombras, sudores negros, mugre con frentes humanas, y chicles desnutridos y me cambio de vereda urgente, aunque lo que quisiera es cambiarme de vida, de mundo, de nombre al menos. Y nuevamente huyo y ya estoy en la casa y no quiero encontrarme con nadie conocido. Y corro a las esquinas, me choco contra las paredes y cuento una dos y tres y cuatro paredes! cómo te entiendo vallejo. Y este estado no tiene solución y si llueve que llueva bien, y si duele que duela mejor. Y me acuerdo de las ganas de follar y prendo la tele, y prendo la computadora y de pronto se me van las ganas de todo y me encuentro acostado, inmovilizado observando en el techo cómo se resbalan esos poemas impregnados, cómo se derriten y dejan mancha, mancha de grasa, mancha de refritos y mezclas sarnosas, como comerse recuerdos follando traseros grandes y gritando poemas. Y otra vez vuelvo a tener miedo de mi y me pongo yo mismo la camisa de fuerza y yo mismo me hago doble nudo de corbata. Yo mismo ajusto pantalones y lanzo anclas desesperadas, conexiones a tierra, mensajes cifrados. Nunca dejo de sentirme observado y se cuelga la computadora y nos colgamos todos.
Comentarios
Saludos Miguel, sigue escribiendo.. que vale cuando las letras transmiten.. y las tuyas si que lo hacen!!!