domingo tarde

Todos los días se levantaba odiando a los beatles. Todos los días la misma canción, el sol no salía y ya se escuchaba hey jude. La canción era la alarma con la que el celular marcaba la hora de levantarse. Cinco de la mañana y el niño mono, niño show, niño esclavo recibía el primer codazo en las costillas, además de la asquerosa bocanada de alcohol y resaca viva que le ordenaba preparar el baño y el desayuno. Dormían juntos, se maltrataban juntos, se odiaban juntos. Él, unos 40 o más. El otro, unos doce o diez años. Los dos de edad imprecisa, ocultada, escondida. Todo ahí se oculta, se esconde. Las paredes pegadas de la letra de hey jude, las fotos de los beatles por todos lados inundando con su acostumbrada e insoportable omnipresencia. Los cuatro peludos de Liverpool eran los mudos testigos de esa vida de esclavo haciendo dinero con esa canción esperanzadora. Juá…!, como si no fuera fácil escribir canciones huevonas de esperanza cuando tienes todo el puto dinero del mundo. Y todas las mujeres se mueren por follarse a los semidioses estridentes de las multitudes. Con las exhibiciones dizque políticas de amor en público con chinas feas y sábanas blancas y melenas y pelos por todo lado. Ellos, los lords, cuyos ancestros compraban y vendían negros como si fueran palas, picos y hasta menos que eso. Ellos observaban la repetitiva y exasperante rutina de bombardeo psicológico al niño mono. Estaban por todos lados, hojas volantes en cada rincón con la maldita letra de la puta canción hey jude. 7 am y el pederasta indefinido se desayunaba un asqueroso trago de alcohol barato. Desnudo y sucio como todo ser humano al despertarse o al nacer, asquerosamente apestoso y con la misma rabia de tener que despertarse otra vez, a ver lo mismo, a torturar al mismo enano show, a desayunar el mismo plato cargado de odio y silencio. Se levanta, prende el tocadiscos y adivinen?, si , hey jude. La laptop y el karaoke proyectaban la letra de la canción al pie de unas asiáticas vestidas de geishas y vestidas de occidental. El niño mono a las 8 ya estaba listo. Sus ojos mostraban una pegajosa mezcla de odio y terror, unas ganas inmensas de ser grande, fuerte y asesino. Pero sabía esperar. El abusador domador empezaba la rutina. Que primero recite toda la letra de memoria y sin parar. Que si no lo hace, palo en las nalgas desnudas. Que no lo hace por violencia, que lo hace porque le gustan las nalgas enrojecidas por el golpe. Así como le gustan las caras coloradas de la vergüenza, del pudor, del dolor que se siente cuando eres penetrado de niño. Y el niño parlante que ya se sabe la letra, que no se equivoca. Y bueno ahora entonces qué? Ahora a buscar la siguiente rutina, una en la que cometa muchos errores, una en la que pueda pegar más y ver más nalgas rosadas, moradas, torturadas. Que escriba en la pared la letra de hey jude en inglés. Muchos golpes, muchos días, mucho trabajo, mucha memoria. Que ahora le filma y que se vista de niño. Más niño que parece viejo, que está muy flaco, que está feo, que lo hace mal, que es tonto, y vuelta otra vez que se baje el pantalón que le muestre las nalgas que otra vez el dolor, que otra vez a dormir así. El borracho y el niño sin saber si eso es vida o castigo, sin saber si el odio es la única sensación que sienten los niños, que si recibir golpes y aprenderse canciones de unos cuatro peludos narizones feos es lo que todos los niños hacen. Que si será normal las ganas de matar y de matarse, que si algún día va a crecer lo suficiente, que si podrá escapar alguna vez. El video está listo, el niño mono esclavo ya engordó, y ahora se ve como un niño gordo y sano. Cómo no va a engordar si solo le daba de comer arroz, arroz con sal, sal con arroz. Arroz con más agua, arroz en la mañana, arroz al almuerzo y arroz al dormir. Que si se porta mal le da arroz sin sal, que si se porta bien le da arroz de dulce. Los dos nunca sonríen. El uno no sabe hacer nada más que obedecer, el otro no sabe más que torturar y hacer dinero. Hacer dinero con niños, al menos él no hace pornografía y por eso se cree mejor ser humano. El video listo, que le sube al youtube, que le promociona en el facebook, que el Messenger, que hi five, que el sonico, que el my place, y todas esas redes virtuales que vuelven el husmear en relación social. Pero también sirven para hacer dinero, todo sirve para hacer dinero. Que le piden el video, que le compran, que le imitan, que el contador de visitas sube, sube y sube, que el chino pederasta empieza a ganar dinero, más dinero, que le da arroz de dulce al niño mono. Que se emborracha con más y mejor trago, que lleva putas, que lleva mancebos, que se los folla y las tortura por igual y respectivamente. Que se levanta, que por fin ya no hey jude, que ahora toca una de elvis, cualquiera. Que ya probó la suerte del éxito, que mejor tal vez otro niño, que ahora mejor que esté flaco. Que se levanta, decía, que se va a la tina de baño, que se resbala, que se golpea la cabeza, que así mueren miles todos los días, que no es justicia divina sino sólo la ridícula vida, que así como de inesperada e inoportuna viene, así mismo se va, por suerte siempre viene, ella la muerte, la ineluctable. Que por fin ya no más beatles, que ni siquiera elvis, que el cuarentón nunca sale del baño. El niño duerme solo por primera vez y la cama le parece grande, que por fin duerme sin golpes, que ese día no se bajó los pantalones, se comió el arroz de dulce y se fue a dormir. El indefinido esclavizador nunca sale del baño. Ya no hay arroz, ya no hay rutina, ya no hay golpes, ya no hay vida. Huele mal. Entra al baño y lo ve hinchado, morado, muerto. Por fin le mira a los ojos y vuelve a sentir el odio y las ganas de matar. Se le adelantaron, ya no tuvo que esperar, ya no tuvo que crecer, ya no tuvo que guardar odio para después. Y entonces ahora qué iba a hacer. Ya no hay vida. Escapar y coger la llave del cuello del chino pederasta, salir, caminar, deambular, buscar arroz, buscar sal, buscar dulce, buscar canciones, aprenderlas de memoria, sentir odio, sentir ganas de matar, odiar los beatles. Crecer, crecer, cantar, cantar, repetir, memorizar, odiar, matar, volverse loco. Si, volverse loco. La calle y la locura. Las esquinas y la extraña libertad, ahora todos le pegan y él se baja los pantalones para recibir palo, para sonrojar las nalgas, para que a todos se nos pongan las caras rojas, no sólo las nalgas, que a todos nos de ganas de pegar, de matar, de asesinar. Que a todos nos guste odiar.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Siempre soprendiendo.

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