nada

Desde donde estoy observo fríamente el cuarto y la verdad me sorprende cómo he pasado tanto tiempo sin deprimirme viviendo en esas cuatro paredes. La digna austeridad no es más que la hàbil construcción de argumentos que lo que hacen es ocultar que soy pobre. El desorden y desorden de mis cosas se mezclan con los restos de comida, tallos de cannabis, colillas de cigarrillos y cenizas variopintas que indican un consumo diverso y más allá del recreativo. La verdad que el cuadro que se observa desde acá invita a la inacción, a descubrir los terrenos de la nada, adentrarse en los límites de la quietud y esperar expectante a que la nada sea la protagonista principal. Por qué siempre algo tiene que pasar?, por qué simplemente no pasa nada?. Así nada escribo, nada veo, nada vivo, nada extraño, nada amo. No pasa nada, me quedo inmóvil tratando de seguir mis cabalgatas cerebrales de traumas y tareas pendientes. Mi cerebro asustado frente a la imposibilidad de enfrentarse a la nada, me lleva vertiginosamente a recuerdos, necesidades y urgencias que buscan en vano activar algún mecanismo interno que me levante y me ponga a hacer algo. Hay un instinto de pánico a la nada que está registrado internamente, que nos ata a la permanente acción, la quietud nos aterra. Algo hay que hacer para no volvernos locos. En esa absurda búsqueda nos enredamos en una lista de tareas cotidianas que observan expectantes ser cumplidas con la seguridad de estar en el lugar de las prioridades e impostergables: la refrigeradora. Eso es una clara señal de habernos vuelto locos. Por suerte no tengo refrigeradora y acá no pasa nada

Comentarios

Alma Mateos Taborda ha dicho que…
Excelente trabajo. Felicitaciones! Es un deleite leerte. Un abrazo de mi corazón al tuyo.

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