breakfast killer
Yo no sabía que los desayunos podían morir. Pero ya había
pasado algunas veces, entonces empecé a contarlas. Cuando quise arrancar de cero, sentí que no
era justo con la cantidad de desayunos muertos que había presenciado. Por lo que decidí hacer una cuenta regresiva
y empecé en 5.
Luego supe que todas las veces que un desayuno moría, no era
de causa natural. Siempre alguien mata el desayuno y yo contabilizaba las veces
que Rex lo había hecho.
Las pruebas eran contundentes: invariablemente yo terminaba
solo en la mesa, tomando un café tibio.
Pese a que el departamento era diminuto, ella lograba desaparecer.
Los huevos revueltos y su té cotidiano permanecían intactos
y podrían estar allí hasta la noche o el fin de semana entero. Pareciera que hubiera desayunado odio.
Un desayuno muerto nunca llega a la parte dulce. Mermelada y
manjar pueden permanecer incólumes. Generalmente yo también termino
petrificado, suspendido del cuello, esperando que esos pataleos que siento,
sean los últimos.
Pero no lo son y
después me mueve un impulso por cubrir las pruebas y una necesidad de limpiar que me toma el resto del día. Lavo los platos y pareciera que es con agua
consagrada y que, de alguna manera, todo se termina yendo por el caño alguna
vez y todas las veces.
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