microporno

Y entonces vio sus portentosas nalgas. Se movían lentamente, ondulaban.
Ella sudaba y caminaba como si estuviera a punto de caerse.

Se sintió observada. Eso era algo que con el tiempo todas aprenden. Sentir las miradas.
Pero ésta había pasado la curiosidad o la atracción pueril de la calle.
La estaba atravesando el jean, le recorrió las bragas, le hizo pensar de qué color las usaba y si las combinaba.

Él las siguió con la mirada, les pasó la lengua por el medio. Esto no era sólo sexo o algo parecido,
él quería meterse dentro de esas nalgas inconmensurables y quedarse a vivir para siempre.

Llegó agitada, fue devastador darse cuenta que le gustaba y su cuerpo así lo demostraba.
El calor en la entrepierna y la sensación física de las bragas pegadas contra el sexo fueron
como un golpe en la cabeza: un golpe de luz.
Sorprendentemente había tomado conciencia de su cuerpo, de sus carnes, se sintió sexual, se sintió un animal.

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