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UNO

De pronto, tenía una chucha que se me refregaba en la cara. Hace 5 minutos estaba fuera del burdel, firme en mi posición de que las putas no me excitaban y podía esperar bebiendo y fumando en el carro mientras la tropa de mis amigos entraban como soldados sin sexo ni fortuna.

Algunos follaban dos veces.

Pero ahora había un par de piernas gigantes que me atenazaban el cuello, mientras miles de celulares tomaban fotos y videos. La música de guns and roses avivaba la venta de fichas y los cuartos se llenaban. Algunos decidían hacer cola frente a las habitaciones, así como las mascotas esperan fuera mientras sus amos follan.

El problema fue el fuego. Porque alcohol había suficiente, pero tenía que fumar y cuando empecé a buscar lo necesario, lo único que tenía era la hierba. Fácilmente improvisé una pipa pero nunca encontré fuego. Cuando prendí el carro para intentarlo con el encendedor, la alarma se activó haciendo un ruido escandaloso.

Tuve que pagar mi entrada aunque solo sea para buscar al dueño del carro y era justo el momento en el que la artista de turno se desnudaba para los perros hambrientos.

Tómate un trago y espera que se acabe el show, eso fue lo que me dijeron.

-Y la alarma, repiqué con angustia.

-Se desactiva en 15 minutos, no te preocupes.

Y entonces, me preocupé.


DOS


Estaba caminando al trabajo pensando en lo que había sucedido la noche anterior. Una rubia voluptuosa aparecía besándose con otra de menores proporciones pero voluptuosa también. Yo las veía desde la puerta mientras ellas me invitaban a pasar. Pero también era verdad que me había emborrachado como nunca y que mi película iba borrosa pero consciente hasta que salimos del burdel y la alarma del carro ya no sonaba. Entonces tuvimos que empujar el carro para que se prendiera y ahí se me fue la mitad de la borrachera.

Mientras se terminaba la primera jornada de trabajo, llegué a la conclusión de que había llegado a mi casa, ebrio pero con la suficiente energía como para fumar, ver una porno y dormir. Era lo único posible, en la vida real, o en mi vida real, no existen las mujeres voluptuosas.

Hasta que llegó ella.

Ella se reclinaba sobre el sillón giratorio y se notaba el poder de sus tetas. Ella no lo sabía, pero el sol que le llegaba desde la ventana a sus espaldas, hacía que la camisa perdiera sus colores y se volviera una gris transparencia.

Entonces tuve un recuerdo que me hizo sentir perlas de sudor en la espalda. La rubia se parecía a mis recuerdos borrosos, se levantó de donde estaba y vino a presentarse: me llamo Dorothy Castañeda y procedió a tocar mi cremallera como si le estuviera dando un apretón de manos a mi otro yo. Quise tragarme la erección que me atormentaba en ese momento pero fue inútil y para cuando ella dejó de sostenerme, yo ya no podía ni caminar con las piernas flacas y el cuerpo tieso.



DOS y medio


Yo: sentado en mi butaca. La reunión del gabinete seguía su curso. Trataba de volver a los últimos minutos de esa noche de putas, seguro de que ahí podría encontrar alguna explicación.

La rubia nueva: sentada ahí enfrente con las tetas apoyadas en sus brazos.

13 ejecutivos: sentados en la mesa ovalada gigante.

El jefe se lamía los dedos de la mano que se le habían embarrado en yogur, le daba vueltas a su plato de granola y olía el café recién pasado que le habían alcanzado. Uno de los ejecutivos sudaba una presentación de indicadores optimistas y proyecciones que auguraban éxito y responsabilidad social.

Yo sentía que mi erección amainaba, dejaba de sudar y volvía a la reunión lentamente. El jefe seguía lamiéndose los dedos como si el mundo le importara poco o tal vez con la inmunidad que le da el desconocer las buenas maneras.

La rubia ahora se reclinaba sobre su butaca, estiraba las piernas y yo me deslizaba por debajo de la mesa directo a su grupa, sobre su calzón y sus olores de ejecutiva fresca.



TRES

Rubias tetonas aparecían frente a la cámara. Desnudas y de rodillas, se turnaban una polla anónima en primer plano. Ése era el video, lo recordé porque las rubias se parecían entre sí como si fueran madre - hija o hermanas. Lo había estado buscando hace rato en el internet, la visión de la ejecutiva rubia me desquiciaba: o se parecían demasiado o mi indomable morbo las había querido ver así.

Al volver a ver el video los flashes regresaron: la chucha en mi cara, los pipazos fallidos y una mujer voluptuosa cabalgándome desenfrenadamente. Mi cuarto y la porno. El chuchaki terminal. Había un flash nuevo: cuál voluptuosa? Me fui de putas? Imposible, a mí las putas me ponían triste y la tristeza no me calienta un pelo.

El gabinete fallecía, el jefe había terminado su desayuno.

El ejecutivo feliz, estaba en las conclusiones de su presentación.

La rubia se estaba tocando la entrepierna y yo volvía a mi butaca, buscaba la servilleta fina, movía la cuchara de plata para no hacer ruido y me limpiaba los vellos púbicos de entre los dientes.

El gabinete arrancaba aplausos y ese era el final.

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